viernes, 1 de junio de 2007,8:38
Maringwe, 29 de mayo


Maringwe, 29 de mayo de 2007

Anteayer domingo en la noche nació en Maringwe el hijo de Calisto y Lurdes, que recibió el nombre de Javier porque nació en la época en que Javier había invitado a Calisto a Chile. Y hoy hace 15 días que están 4 chilenos en Mozambique: Coni, Macarena y Tuti, que han venido por 6 meses y Pablo que ha venido por dos meses. Ya hemos pasado una semana en las comunidades más lejanas de Maringwe y es increíble cómo con todo ánimo y voluntad se van integrando a la vida simple y distinta de nuestras aldeas: de inmediato comenzaron a preguntarme cómo se saludaba en chisena y ya cada uno puede presentarse en esta lengua (“Yo me llamo Maca, tengo 22 años, vengo de Chile, estudio Medicina, no tengo hijos ni soy casada”). No se quedan encerrados en si mismos esperando que les presenten un programa, sino que arman de inmediato juegos con los niños y se acercan a preocuparse por la salud de las personas. Ya tenemos viviendo con nosotros a dos enfermos que se trajeron de lejos. A uno llevaremos mañana al Hospital de Beira y a la otra acompañaron ayer a nuestro pobre Hospital de Maringwe para juntos tratar de ella, que tiene una antigua mordedura de serpiente (chipiri también) que no ha cicatrizado en años. No les da nada comer con la mano, como todo el mundo y con todo el mundo. Estoy admirado y agradecido. Están dando y recibiendo vida.

Cuando iba frecuentemente a Beira para enterarme de la llegada de los chiquillos y de cómo le iba yendo a Calisto en Peñalolén, una vez me fui a dedo y en el camión que me paró, en medio de toda la gente ahí, iba recostada y durmiendo a todo sol una mamá enferma. Su pequeño hijito dormía apoyado en su espalda. Una vieja fumaba placidamente un cigarrillo engullendo su brasa boca adentro. Cuando le vino un ataque a la mamá noté, por el tipo de convulsiones con la espalda arqueada, que estaba enferma de tétanos. Todos nos preocupamos, alguien le dio un pedazo de pan al niño que se despertó, y comenzaron los comentarios relativos a casos similares …siempre con resultado de muerte. Yo también los había visto. Otra cría comenzó a llorar. Estaba envuelta en una capulana en brazos de su joven papá y por eso no la habíamos visto. Rosadita, no debía tener ni diez días de nacida. Delicadamente el papá acomodó a la cría a un pecho de la mamá enferma y delirante. Mudo y perplejo –nuevamente perplejo en nuestra África pobre y luminosa– me salían lágrimas contemplando el amor que se da nutriente hasta la muerte en este camión que nos lleva a todos y que es como la vida, pensando en nuestro Dios en la Cruz. Es que si Dios no es así como esta mamá, es una pura estafa. En este Dios espero y creo.

Que nos bendiga Él, que en su muerte nos está dando vida. Y que nosotros sepamos descubrir, llamar, inventar el único País, el Reino que está tan cerca y que nos toca …a pesar de todo, Amén.

Kwenda







 
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